jueves, 15 de octubre de 2009

Algo sobre mí

A los diecisiete días de nacer me bautizaron y al siguiente me llevaron al campo. Allí permanecí hasta los 7 años y después ya en el pueblo empecé a ir al colegio. Crecí en una zona de montes y campos deshabitados en plena naturaleza, sólo los animales que mi padre cuidaba,  las aves que surcaban los cielos y se posaban en las encinas eran testigos de lo que mis ojos miraban. En aquellos tiempos me fijé en las estrellas y la Luna y recibí de mi padre las breves nociones de los asterismos más populares, las cabrillas (Las Pléyades), los astillejos (Polux y Castor), el lucero del alba (Venus) y poco más fue suficiente para interesarme por la fascinante ciencia de la Astronomía. Cuando tenía 9 años llegó a mis manos un planisferio con las constelaciones circumpolares y poco a poco las fui reconociendo en el cielo, lo hacía desde la puerta de mi casa en el pueblo, era tan escasa la luz artificial que se podía reconocer la Vía Láctea mejor que ahora a las afueras de las ciudades. En el invierno de ese mismo año me llamó la atención las tres estrellas del cinturón de Orión, entonces no sabía lo que era pero pensaba constantemente en la perfección de ese alineamiento, cada noche despejada lo miraba sin fijarme en el resto de la constelación.
Pasaron muchos años sin avances significativos, tenía tantas inquietudes en mi juventud -¿quien no las tiene?-   que hasta cumplidos los veinticinco no retomé el cariño por las estrellas, esto fue obligatorio con la llegada del cometa más famoso de la historia: el Halley, dije: esto no me lo pierdo y me levanté a las cuatro de la mañana para ver al visitante melenudo, a partir de ese momento quedé enganchado para siempre.

1 comentario:

  1. Comparto la pasión por la Naturaleza y por la Astronomía, así que leer tus experiencias me produce una complicidad muy satisfactoria.

    Rafael Enríquez

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