viernes, 23 de octubre de 2009

Los mejores lugares de observación astronómica en la provincia de Ciudad Real

Debido a la creciente contaminación lumínica que nuestra afición esta padeciendo constantemente, nos vemos obligados a buscar incansablemente lugares alejados de las poblaciones para cierto tipo de trabajos de cielo profundo y fotografía.
Desde mi observatorio (observatorio astronómico de Cañalarrosa), a 5km. del centro de Miguelturra y a 8 de Ciudad Real, el panorama es cada vez peor, cuando concebí la idea de contruirlo jamás pensé que la contaminación lumínica llegaría a tal extremo, de hace 15 años hasta la fecha la MALE ha bajado una magnitud en el mejor de los casos tratándose de los cuadrantes, Norte, Este y Sur, por el contrario el Suoreste, Oeste y Noroeste etán descartados de cualquier observación que no sea planetaria.
Tras realizar varias observaciones y tantear varios sitios de la provincia (la tercera en superficie de España) he llegado a la conclusión de que son cuatro los denominados como muy buenos y otros tantos como aceptables, pero en cualquier caso está por demostrar que en alguno de estos sitios la MALE llegue a 6.
Muy Buenos: Parque Nacional de Cabañeros y sus inmediaciones, Santa Quiteria, Horcajo de los Montes, Retuerta del Bullaque entre otros pequeños pueblos de la comarca pero alejándose de ellos algunos kilómetros.
Valle de Alcudia
Los Mirones (Pequeña aldea de colonización en el sur de la provincia hacia Santa Cruz de Mudela).
Sierra de Funenluenga, entre Malagón y Los Cortijos al norte de la provincia.
Buenos: Zona de La Solana,
" " Piedrabuena, Saceruela, Abenójar, Almadén, Chillón, Almadenejos y muy probablemente Agudo aunque prefiero no dar criterio pues nunca he estado en este pueblo.
Al fin y al cabo, el tipo de observación que pretendamos hacer exigirá más o menos calidad del cielo, pero lo que está claro es que si queremos hacer cielo profundo sea en visual o fotográfico hemos de alejarnos o de lo contrario no tendremos buenos resultados.
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jueves, 15 de octubre de 2009

Algo sobre mí

A los diecisiete días de nacer me bautizaron y al siguiente me llevaron al campo. Allí permanecí hasta los 7 años y después ya en el pueblo empecé a ir al colegio. Crecí en una zona de montes y campos deshabitados en plena naturaleza, sólo los animales que mi padre cuidaba,  las aves que surcaban los cielos y se posaban en las encinas eran testigos de lo que mis ojos miraban. En aquellos tiempos me fijé en las estrellas y la Luna y recibí de mi padre las breves nociones de los asterismos más populares, las cabrillas (Las Pléyades), los astillejos (Polux y Castor), el lucero del alba (Venus) y poco más fue suficiente para interesarme por la fascinante ciencia de la Astronomía. Cuando tenía 9 años llegó a mis manos un planisferio con las constelaciones circumpolares y poco a poco las fui reconociendo en el cielo, lo hacía desde la puerta de mi casa en el pueblo, era tan escasa la luz artificial que se podía reconocer la Vía Láctea mejor que ahora a las afueras de las ciudades. En el invierno de ese mismo año me llamó la atención las tres estrellas del cinturón de Orión, entonces no sabía lo que era pero pensaba constantemente en la perfección de ese alineamiento, cada noche despejada lo miraba sin fijarme en el resto de la constelación.
Pasaron muchos años sin avances significativos, tenía tantas inquietudes en mi juventud -¿quien no las tiene?-   que hasta cumplidos los veinticinco no retomé el cariño por las estrellas, esto fue obligatorio con la llegada del cometa más famoso de la historia: el Halley, dije: esto no me lo pierdo y me levanté a las cuatro de la mañana para ver al visitante melenudo, a partir de ese momento quedé enganchado para siempre.